Escucha música mientras nos visitas!

martes, 5 de junio de 2012

CRÓNICA DE MI HOLOCAUSTO CICLISTA. Parte 1. Entrada 51.

Holocausto: Acto de abnegación total que se lleva a cabo por amor.

          Soñando a placer, no recuerdo con qué, creía que dentro de mi sueño, gente en el piso de arriba caminaba y movía sillas haciendo ruido sobre mi dormitorio. Pero no era dentro de mi sueño donde eso ocurría, sino en la realidad. De esta forma, me despertaron los inquilinos del apartamento de arriba casi una hora antes de que sonara mi despertador, a las 5:30 de la mañana. Tras haber dormido solo 4 horas me levanté casi de un salto. Me paré unos segundos a reflexionar: estaba allí, en Cantabria. Hoy era 19 de mayo de 2.012, el gran día, "Los 10.000 del Soplao". Fuera sonaban de nuevo los cencerros al igual que lo habían hecho a la 1 de la madrugada. No sabía que las vacas durmieran tan poco. Abro las contra-ventanas y veo que llueve, no seré consciente de lo que esto supone realmente hasta un par de horas más tarde. Se oyen las voces del resto de vecinos bikers que deben estar desayunando. Se despiertan mis compañeros, Santi y Luis. Empezamos a prepararnos, me visto, desayuno normal, incluso menos que muchos días de entrenamiento. Tengo un hormigueo en el estómago. Ellos están con el mismo estado de ánimo, activados para la acción. Quiero seguir la hoja de ruta mental que tengo desde hace un mes para que no se me olvide nada... pero hay cosas que no se pueden controlar: voy al baño pero no tengo éxito y no sé como me repercutirá en la carrera. Se hace tarde, el resto de inquilinos, los navarros, los extranjeros, etc, ya se habían ido. Cogemos los bártulos y vamos para Cabezón de la Sal. 

DÍA D, HORA H. LA SALIDA. EL "TRÁMITE" DE LOS 30 PRIMEROS KMS.
          Nos lleva quince minutos en coche desde nuestra Casa Rural en Las Cuevas. Entrando en Cabezón, ya vemos la dimensión del evento. Gente y bicicletas por todas partes. En ese momento, el "Espíritu del Soplao" nos atrapa y nos posee. Aparcamos, vamos justos de tiempo y corremos hasta la salida, nos situamos al final de la muchedumbre. Hay miles de personas. Santi y una desorientada desconocida se van en busca de la salida de la Ruta a Pie en una calle paralela. Le deseo suerte. El gentío es impresionante, a lo lejos se oye Thunderstruck de ACDC y se me ponen los pelos de punta. De pronto suena la traca y el speaker comienza la cuenta atrás. Hay nervios, concentración, risas flojas, caras tensas... y los pulsos se aceleran. Suena la bocina a lo lejos y sabemos que se dio la salida. El río humano no se mueve. Pasan casi cinco minutos cuando nos empezamos a mover, andando, con la bici de la mano. Pasan otros cinco minutos y comenzamos a avanzar, subimos a las bicis y vamos hacia la salida. Con 16 minutos de retraso respecto de los primeros, cruzamos la salida en donde el bullicio es tremendo. ACDC continúa sonando y la gente, a ambos lados de la calle, grita y aplaude. Me hierve la sangre, tengo que ir tocando el freno todo el rato, vigilo que Luis esté cerca mientras estoy pendiente de no tocarme con nadie. Observo al público, impresionante, miles de personas acompañando la salida un día de lluvia y frío a las 8 de la mañana, qué implicación. La marabunta ciclista sale del pueblo estirándose cada vez más, a menos de un kilómetro cogemos ya un camino de tierra a la izquierda. La cantidad de ciclistas es asfixiante, hay grupetas, hay lobos solitarios, gente de todas las edades... Quedan 165 kilómetros por delante. El ritmo es lento, quiero ir avanzando y me sitúo a la izquierda, le digo a Luis que me siga, pero veo que prefiere no ir sorteando ciclistas. Pienso que es buen momento para ir ganando posiciones de forma fácil, así que, aguanto con el freno echado unos 5-6 kilómetros pero pronto entiendo que no puedo ir pendiente de él y sigo mi ritmo. Luis se queda atrás. Voy sorteando gente en las bajadas y en los llanos sin subir las pulsaciones. Comienza a llover. La pista es muy rodadora hasta el primer avituallamiento. Allí veo embotellamiento y no me paro. Ya llueve con ganas. Hacemos algún enlace por carretera. Comenzamos a subir suavemente y luego llegamos a la trialera de la "La Cocina", en donde hay mucha gente animando. El embotellamiento es tremendo. Todos echamos pie a tierra y comienza la caminata de más o menos un kilómetro de subida. Algún que otro chiste anima el cotarro. En ese momento parece que somos ganado apiñado. Otro bloguero describió bien esta trialera: es como el lecho pedregoso de un río seco pero cubierto de barro y con unos cuantos grados de desnivel. Continuamos por un barrizal pero me subo a la bici. Los neumáticos repletos de barro parecen lisos, no agarran absolutamente nada, son una plasta. Hay una breve bajada y llegamos a un pueblo, dos camiones cisterna con mangueras a presión van limpiando las bicis repletas de barro. Nunca lo había visto. Se forman dos filas de espera, tras lavarla un poco, continúo. Voy sumando kilómetros y continúa lloviendo. 

PRIMER MURO: MONTE DE "EL SOPLAO".
          Comienza la primera subida dura, El Soplao. El suelo parece chicle más que barro. Por fin una subida para entrar en calor, me gusta y me animo. Tengo el cortavientos empapado pero en el ascenso mantengo el frío a raya. Quiero retardar al máximo la puesta del chubasquero. Intento subir a buen ritmo y compruebo que voy bien de fuerzas. Gente aislada continúa animando. Se empieza a ver quién está preparado para esta prueba y quién no. Me mantengo en esas pulsaciones y sin embargo voy adelantando a bastantes. Cuando llego al avituallamiento del Soplao, hay una muchedumbre empapada tiritando y aprovisionándose. Cojo dos botellines de agua para limpiar los cambios y la cadena, me bebo de penalty un acuarius y vierto dos en el botellín. Me como un plátano y me fijo en la cara de otro corredor que está a mi lado, tiritando como yo, hablamos, me saco el cortavientos empapado y me pongo el chubasquero de plástico. Me empieza a coger el frío, tras quince minutos reanudamos juntos la marcha. Viene una bajada peligrosa, mucha gente demasiado lenta. Algunos, incluso, con la bici por la mano, dificultan la bajada. Pierdo al colega que se queda atrás. Acostumbrado a bajar con la rígida, la doble que llevo es un desahogo. Afortunadamente, la bajada dura poco. Pasamos por Carmona, un pueblo precioso en donde la gente sigue animando. Tras un tramo por carretera cruzamos el río Nansa saltando por las piedras y después de un rato abordamos el Monte AA con las rampas de mayor desnivel de la prueba. 


SEGUNDO MURO: MONTE AA.
          Continúa lloviendo. Mucha gente a los lados del camino anima tímidamente el ascenso al Monte AA mientras cada uno trata de superar esta trampa. Parece que el público se contagia de nuestro esfuerzo y nos contemplan en silencio con caras que reflejan una mezcla de compasión y reconocimiento. Empiezo a sufrir por el esfuerzo por primera vez en la prueba. Prefiero sufrir por esto que por el frío. La mayoría de los participantes suben andando los tramos de mayor porcentaje en los que han echado un piso de cemento rugoso para no perder adherencia. Yo me mantengo sobre la bici. Asumo ese riesgo tras haber controlado las pulsaciones perfectamente hasta ese momento, sé que queda mucha carrera pero ahí paso a muchísimos corredores. Tras coronar bajamos y nueva limpieza en el camión cisterna. Pasamos por Ruente, y con mucha gente animando y sacándonos fotos, cruzamos un estrecho puente en mitad del pueblo. Subo durante un rato y llego al macro-avituallamiento de Campa Ucieda, en la entrada del Parque Natural de Saja-Nansa.


TERCER MURO: TENGO MUCHO FRÍO.
          Gente de la Ruta a Pie con la que coincidimos los bikers tienen más color en la cara que nosotros. Debe ser el mediodía pero perdí la noción del tiempo hace ya un rato. No hay cambios de luz, todo el día ha sido y sigue siendo gris y lluvioso. Tiro la bici en el lodazal y voy temblando a comer algo. Tirito y no tengo hambre pero me fuerzo a comer un minibocata de jamón y otro plátano. Me costó abrirlo con las manos entumecidas pero consigo beber un acuarius. Veo que estoy al lado de mi colega del avituallamiento del Soplao. Coincidencia. Hablamos y coincidimos en que no podemos descansar ni 5 minutos, porque, al estar empapados, el frío nos mata. Mis dientes parecen unas castañuelas. No me veo la cara pero sé que la tengo como la de él. Muertos vivientes rodantes. Me subo a la bici. No tengo fuerzas para subir piñones. Lo consigo y reanudo la marcha despacio. Me cruzo con muchos ciclistas que vienen de vuelta. No sé lo que pasa. Desconcierto. Cada vez son más. El de al lado me pregunta qué pasa, le digo que no sé. Deducimos que son gente que abandona. Muchos saben lo que queda y hartos de sufrir saben que lo que queda solo puede ser una alevosa e ilógica tortura. 


CUARTO MURO: MONTE MORAL. SUPERVIVENCIA.
          Me quedan 18 kilómetros de subida por delante hasta coronar el Moral: gracias, Dios. Empiezo a entrar en calor. Me empieza a doler el culo y voy cambiando el apoyo en el sillín. La gente sube en silencio, sufriendo. Parece que escampa. Dosificando la escalada al Moral me marco un ritmo que muerdo como un Pitbull y no suelto salvo en las paradas para regar las plantas. Empiezo a entender la dureza de la prueba: llevo 6 horas pedaleando y voy por la mitad. Entiendo lo que me había dicho Roger, la fuerza mental es fundamental por que el derrumbe psicológico puede aparecer de repente. Pienso en cómo les irá a Raimond, a Roger y a Luis.   
            Llegando a la mitad de El Moral, paro y me saco el chubasquero empapado por dentro y por fuera. Reanudo y rassss. Se me desmonta la cadena, paro e intento volver a montarla. Y no puedo. Pasan ciclistas en silencio. Lucho con la p... cadena que está atascada entre el protector de plástico y el piñón más grande. Nada. Le doy la vuelta a la bici. Intento sacar la rueda. Nada. Saco la rueda del anclaje pero la cadena sigue enganchada. Tengo miedo de tirar demasiado fuerte y romperla. Después de casi diez minutos, empiezo a pensar que estoy fuera de la marcha. Entro en pánico. Ni Dios se para. Pasan en silencio. Ni preguntan. Ni miran. En ese punto todos somos supervivientes, ya todos tenemos bastante con nosotros mismos como para pensar en los demás. Lo entiendo en cierto modo. Es la ley del "sálvese quien pueda". Me atravieso a uno y le pido ayuda. Su mirada se cruza con la mía y se siente obligado a parar. Me echa una mano y tras forcejear, sale la rueda. No se cortó en tirar fuerte y se rompió la protección de plástico. Cojo los trozos. Respiro. Le doy las gracias y el tío se va sin perder tiempo. Monto la rueda y continúo.       
          Vuelve a llover. Paré para nada. Vuelvo a poner el chubasquero. Olvido el frío momentaneamente porque vamos subiendo, sin embargo los dedos de los pies no los siento. Me siento animado por que me acababa de ver obligado a abandonar por un problema mecánico, algo externo a mí, justo lo único que deseé que no ocurriera desde hacía meses atrás. La gente a esta altura, ya es gente con muchos kilómetros en las piernas. Todos en su ritmo. Predomina el silencio. Ni los grupos de amiguetes hablan entre sí. Vamos sufriendo. Me centro en la música que voy escuchando por que el paisaje lo adivino pero no lo veo. Niebla por todos lados. A la derecha parece haber un abismo pero no veo más allá de 100 metros. Una señora del público da gominolas en una curva. Estoy ya un poco harto de subir. Más adelante veo a otro del público gritando mientras mueve un cencerro. Creo que es famoso, el tío. Nos brinda frases de este estilo: - Calamidades, todo el año entrenado pa ná, borregos, que no me valéis pa ná, creíais que veníais aquí a una fiesta, gandules, tanto entreno y ahora vais cagáos, no llegáis ni mañana, nenazas... - Y por el medio metía alguna, las menos, de este otro estilo y en tono más serio: - Venga campeones, que ya está, ánimo, que estáis arriba ya... Tuve fuerzas para sonreír con el personaje. Me animó. Llega un descansillo de 300 metros pero seguimos subiendo. Estoy deseando coronar. Me he dicho, mentalmente varias veces ya, que mi límite no está ahí. Me visualizo entrando en meta después de acabarla y casi me emociono. Voy bien mentalmente, que es importante, por que van casi 80 kilómetros. Faltan 500 metros para la cima. De repente, viene un 4x4 de frente advirtiendo que vienen los primeros. Nos pegamos a la derecha. Pasa un instante y aparece un quad a todo gas. Detrás pasa el primero. Qué crack. A un minuto pasa el segundo. Aún tienen fuerzas para arriesgar en la bajada. Increíble. Corono El Moral en 7 horas y seis minutos y me veo bien de fuerza física y mental. Sólo pienso en una cosa: acabar la carrera, conseguir superar este reto. 
FIN DE LA PRIMERA PARTE.

1 comentario:

El Sebas dijo...

"Muertos vivientes rodantes"...

Necesito ya la segunda parte.