Comienza el Otoño y lo hacemos con buen pie. El 28 de septiembre por la mañana Jose Romero y yo nos decidimos a aprovechar el magnífico día que amaneció e ir a pescar. El mar, como "un plato", hizo que decidieramos ir a la tan ansiada costa de Espiñeirido.
Entramos en el agua a las once aproximadamente, cerca de la playa de Espiñeirido. La marea baja y el agua clara nos impulsó a revisar unos ricos fondos, en dónde, al contrario que en otros lugares, aún persistía la laminaria. Muchos Sargos se cruzaron en nuestro camino sin darnos una sóla oportunidad. Por primera vez vi en estas aguas un Sargo Breado, era grande y hermoso, lo aceché durante unos minutos pero no se dejó coger. Con sólo un pulpo en la boya llegamos al petón que está más al norte de la costa y allí nos entretuvimos con algunos pintos y maragotas, y algún que otro pulpo que llevamos al pasapeces.
Nos encantaron los fondos, eso sí, la media de profundidad rondaría entre los 7 y los 15 metros. La costa es extensa y exige buenas piernas o disponer de embarcación. Después de rondar el petón decidimos regresar. En una serie de bajadas, logré ensartar dos sargos que, por haberlos clavado por la barriga, se desgarraron y se fueron. Mala suerte. La verdad es que, con los Sargos, el disparo tiene que ser muchas veces, instintivo, y eso hace que no puedas afinar la puntería. De regreso e inspeccionando unas cuevas localicé un congrio de unos nueve kilos. Le disparé a la cabeza y lo saqué de la cueva sin dificultad. Más trabajo me dió rematarlo pues no paraba de girar y enroscarse en la varilla. Después de este lance regresé al punto de partida de forma lenta debido a que la boya con la pesca me hacía de freno. Jose Romero se había adelantado y cuando ya rondaban las dos y pico de la tarde me dispongo a salir del agua. Pensando que esta sería toda la pesca del día, cuando estaba a punto de salir, a un metro y medio de profundidad más o menos, y mientras me entretenía acechando a los bancos de pequeños sargos por si aparecía alguno más grande, una Lubina de kilo y cuarto vino directa hacia mí. Sin pensarlo dos veces, en el momento en que se frenó y se puso de costado le disparé. Eureka. Un día redondo, sin demasiados peces en el pasador, pero habiendo disfrutado del descubrimiento de una nueva costa, muy variada y rica, con bonitos y exigentes fondos, que por desgracia y debido a que es una zona muy batida por el mar, no se puede explorar siempre. La pequeña caminata desde el coche hasta la costa (por cierto, el de la foto en plan revista de tunning, es el otro buga en el que nos movemos Jose Romero y yo cuando vamos a pescar, y estamos muy contentos con él, pues, en ocasiones como esta, no nos hace echar de menos un 4 x 4), no puede ser escusa para no visitarla.