Escucha música mientras nos visitas!

martes, 1 de julio de 2008

Oliñas veñen e van ... Entrada 18.

Después de algunas semanas de olvido, mi socio y yo volvemos a este blog con nuestra última peripecia. Desde la salida a pescar de la anterior entrada, tanto Romero como yo, disfrutamos de alguna jornada de pesca, amenas como siempre, pero me las voy a saltar para contaros directamente la última.

Por fin, y gracias a mis cuñados, Esther y Santi, pudimos salir a pescar en barco. Nosotros, como sabéis gracias a este blog, pertenecemos al cuerpo de infantería (salimos desde tierra), asi que la jornada se presentaba prometedora por que ya estábamos un poco cansados de travesías interminables aleteando. Ilusionados por poder, esta vez, ir al grano, quedamos en el Club Náutico de Portosín a las 9:00 hrs.

Estaba todo dispuesto en el pantalán, allí se encontraba el armador del barco, mi amigo Rocco y su compañero Miguel. El barco, que no tiene un motor de fiar, parecía que iba bien. Romero y yo nos pusimos el traje de neopreno, mientras veíamos como un pescasub conocido llamado Javier salía a pescar con su neumática nueva con motor de 100 caballos. Lo saludamos mientras esa lancha nos llevaba el alma. Pero cuando ya estabamos dispuestos a salir, el motor de la lancha no arrancaba. Después de un buen rato Rocco y Miguel encendieron el motor y salimos ilusionados a pescar. Tan ilusionados, que yo, que me considero un medio veterano, me olvido el lastre.

Un mar de fondo de 3 metros nos hizo desistir de ir a las Basoñas y nos quedamos en el Son, concretamente en las Rocas denominadas Con de Xio. Allí comenzamos a pescar sobre un fondo de entre 4 y 7 metros. Con un lastre improvisado y a esa profundidad se nos hacía dificil sumergirnos. Había mucho pescado, maragotas y pintos, ballestas, algún sargo y la gran pesca del dia, una raya que al final dió en la báscula casi 7 kilos, según el armador del barco que fué quien se llevó semejante "quiñón" (¡Y no le saqué foto!). Pero al cuarto de hora el patrón y su mujer nos llamaron para cambiar de zona, pues el mar de fondo movía mucho la embarcación y se estaban mareando. Subimos Romero y yo, al barco y el motor no arranca. Después de muchos intentos, el resultado fué infructuoso. Llamamos al Náutico para que nos viniesen a buscar.

Mientras, a bordo, la escena era cuasi-dantesca, primero se mareó uno, luego otro y luego Romero. Yo me resistía, pero temiendo que aquellos paliduchos tripulantes me contagiasen el mareo, me tiré al agua para probar el arnés de lastre de romero y pescar un poco más mientras no venía la lancha.

Menuda aventura de estos cuatro marineros de agua dulce!, aunque hay que decir que esta vez falló la máquina, pues el factor humano brilló como nunca, desde el armador Rocco y sus compañeros Miguel y Luis, quienes se repartieron la pescada, hasta el Patrón Santi y la contramaestre Esther. Desde aquí, os mandamos un abrazo y nuestro más sincero agradecimiento.