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martes, 11 de septiembre de 2012

Resumiendo el verano subacuático. Entrada 53.

Debo dividir lo que llevamos de año en dos fases si quiero explicar de forma precisa lo vivido. Así, desde el 1 de Enero hasta el 19 de Mayo, todo el tiempo que no he estado trabajando o en familia, lo he pasado sobre una bici, en lo que ha sido la exigente preparación física del Soplao. No he ido ni un solo día a pescar en esta etapa. Y, desde el 18 de mayo hasta hoy, casi todo el tiempo de ocio lo he invertido bajo el Mar. Sólo dos veces he ido en bici, aunque no me he perdido la emocionante Vuelta a España de este año, para mí la mejor que he visto, mucho mejor que los últimos Tours, y sobre todo no me he perdido la etapa finalizada en Ézaro, a donde acudí a ver a los cracks. Pendiente me queda el reto de hacer esa "subidita" en bici de carretera, pues en bici de montaña no me resultó demasiado difícil. Sin embargo, me he perdido el Campeonato del Mundo de Pesca Submarina que este año se celebró en nuestra tierra, concretamente en Sanxenxo. Imperdonable. 
Este segundo período, dedicado a la satisfacción de mi instinto de cazador es el que paso a resumir a continuación. 

Tanto Soplao me hizo añorar estar "mojao" en busca del "pescao":

Después de volver del reto cántabro, la añoranza por sumergirme era insoportable y el mono por el Mar culminó en las primeras salidas de pesca. Durante el mes de mayo y de junio, en general no encontré nunca las condiciones óptimas para la pesca, pues sobre todo el agua estuvo casi siempre turbia. No salí realmente satisfecho del agua esos días, pero persistí en las salidas de pesca y las buenas capturas y los buenos lances fueron llegando. A partir de mediados de julio, las condiciones del Mar, casi siempre fueron óptimas y me decidí por intentar no repetir spot, salvo en alguna ocasión en la que hubo mar de fondo con oleaje considerable y no tuve más remedio que repetir en sitios como la cala de Aguieira o la Filgueira, petón situado a 800 metros de la costa de Porto do Son.

Los sitios visitados fueron por este orden los siguientes:
Aguieira-El Pozo (Nebra), Os Neixóns. Monte Louro (Muros), Porto Nadelas (Queiruga), Filgueira (Son), Aliseira (Baroña), Seráns (Muro), Aguieira-El Pozo, Illa de (Caamaño), Seráns, Cala de Aguieira, Brañón (Son), Aliseira, Borrón. Castro de (Baroña), Seráns - Basoñas, Cala de Aguieira, Brañón, Punta de A Sagrada (Son), Illa de (Caamaño).

Todas las anteriores son zonas ya conocidas por mí excepto Os Neixóns a la que acudí en barco a principios de Junio, y a la que quiero volver de infantería (desde tierra). El día que acudí a ese punto estaba el agua muy turbia pero se podía adivinar el gran potencial que tiene. 


Entre las zonas que más satisfacción me ha proporcionado están la Cala de Aguieira, en donde pude constatar que no es tan pequeño el pescado a pesar de estar situada bastante al interior de la ría. Hay allí, unos petones a 100 metros de la costa rodeados de fondo de arena en dónde los pintos de más de 1 kilo abundan y en dónde pude capturar varias Lubimas del mismo peso que entraban fácilmente a las breves esperas que es conveniente realizar. Es un sitio ideal para iniciarse o para cuando el mar está bravo en zonas más abiertas. Como anécdota de este sitio, la captura de mi segunda Xarda (Caballa) que entró cautelosa a una espera. Pez muy bonito bajo el agua.

El otro redescubrimiento ha sido la Illa de Caamaño, en dónde los Sargos han sido la norma y en dónde alguna Lubina también entró en la aguja pasapeces. En esta zona había venido pescando en la bahía interior en donde se alternan canales de bastante profundidad y abundan los Pintos y las Maragotas de buen tamaño, pero, este verano he visitado una zona más lejos de la costa donde se hayan unos bajos de menor profundidad y con mayor movimiento de agua, en donde además de Pintos de más dos kilos abundan los Sargos estáticos bajo la laminaria, que es preciso pescar a la caída con mucho sigilo. También abundan los agujeros, en donde puede haber también Sargos aunque normalmente los encuevados son de menor tamaño.

A medida que ha ido avanzando el verano, he sido más selectivo con las capturas, pues las condiciones del Mar fueron mejores, así, las Maragotas, aún de buen tamaño, fueron indultadas siempre y desterradas por completo del pasapeces. Entre los indultos cabe destacar una Raya de un tamaño enorme, que vi tras una bajada de las más profundas que he hecho este verano a cerca de los 17 metros. Los motivos del indulto: no es la época en la que su carne sabe mejor (había capturado una anteriormente y su degustación fue un fracaso) y me encontraba al final de la apnea cuando la vi, con lo cuál, entre el lance, la gran profundidad y la enorme resistencia que por su forma plana hubiese opuesto, hubiese corrido un gran riesgo de sufrir un síncope hipóxico. Creo que mi decisión fue la acertada. 

Entre los "aprendizajes" de este período de pesca estival destacaría el de ser meticuloso con la punta de la varilla, que debe estar siempre muy afilada, pues en tres ocasiones, he perdido la captura de grandes Sargos que disparados a la caída acabaron huyendo por no penetrar del todo la varilla en su cráneo.

Entre las buenas capturas, aparte de alguna Lubina de más de kilo y medio, destacaría los ejemplares de las fotos y algún Pinto más de 2 kilos. Los dos Sargos de la primera foto fueron capturados en la Laxa de Fóra en Aliseira, a la caída uno y huyendo de su cueva el otro, pesaron 2 kilos y 1,850 kilos. El Pinto que sostengo pesó 2,5 kilos. Los dos Pintos que yacen junto al fusil, 2,5 kilos uno y 1,5 el otro.

En definitiva, este verano ha sido bastante satisfactorio en cuanto a pesca submarina se refiere, diferenciándose de otros veranos en la calidad de las capturas, pues, casi exclusivamente, capturé Robalizas, Sargos y grandes Pintos. Por poner algún pero, destacaría la escasez de Pulpos y la ausencia de Congrios de buen tamaño. O, siendo muy exigente, la ausencia de Róbalos.


lunes, 11 de junio de 2012

CRÓNICA DE MI HOLOCAUSTO CICLISTA. Parte 2. Entrada 52.

 QUINTO MURO: BAJADA DEL MORAL. ROZANDO LO EXTREMO.          


          Acabo de pasar por el control del Moral a 1.000 metros de altitud y 0º C. Dudo por un momento si pararme en el avituallamiento pero no lo hago por que solo es de bebidas y yo aún tengo. Además creo que si me paro me congelo. Empiezo la bajada y cada vez me cruzo con más ciclistas. Unos de la organización advierten que ahora hay doble sentido. Arriba estábamos a cero grados pero ahora mientras bajo la sensación térmica es mucho peor. Estoy empapado de sudor y se me hiela en la bajada. No tardo ni un kilómetro en  tiritar con el frío. Me agarroto. Bajo despacio porque no siento las manos. Algunos con los que me cruzo son los fieras que van en las primeras posiciones pero a otros no le veo demasiada pinta de pros, si no, más bien de amateurs como yo. Me quedo un poco desconcertado, pero deduzco que es gente que decidió darse la vuelta.
          Hay mucho barro en la bajada. Las gafas están casi opacas. No veo casi nada. Aguanto con las gafas puestas hasta que ya no consigo ver por donde voy. Me saco las gafas y me las coloco en el casco. Bajo despacio y totalmente contraído por el frío. Mantengo distancia con los de delante o los adelanto rápido para que no me escupan el barro a la cara. No sirve de nada, también mi rueda de delante me va escupiendo ese barro acuoso a los ojos. Soporto un par de kilómetros hasta que me entra barro en un ojo. Reduzco la velocidad, voy muy despacio. Mantengo el ojo cerrado pero me pica bastante, así que lo abro y aguanto sin parpadear. El lagrimeo me limpia algo los ojos y recobrada la visión decido parar. Estoy acartonado y me cuesta sacar el botellín. Tengo una contractura en el omóplato izquierdo que es insufrible. Vierto acuarius sobre las gafas y me las pongo más o menos limpias. Continúo.
          Ya no sé en qué punto de la carrera estoy. Le paso un dedo al cuentakilómetros pero aún lo embarro más. Me cuesta frenar, no siento las manos. Ni los pies. Tirito. No queda nada de mi cuerpo que no cubra el barro. Estoy comiendo barro desde la cumbre. Jamás se me olvidará su sabor. Tengo que utilizar el canto de la palma derecha para cambiar los platos. Pienso en que las pastillas de los frenos no me van a aguantar toda la carrera. Lo estoy pasando mal. Procuro no pensar en ello. Me animo a mi mismo a vencer esta batalla. Me digo que si la venzo, la guerra está ganada. Pienso en los demás, Raimond, Roger, Luis y el caminante Santi. Me van pasando bastante gente más abrigada que yo, por supuesto. Le doy vueltas a todos los errores de planificación cometidos. Entre ellos la ropa. Me pregunto porqué dejé en el apartamento la chaqueta térmica y los guantes de neopreno. Aunque hubiese dado casi igual, en las bajadas el aire penetra por cualquier hueco y te congela el sudor. Me fijo muy poco en el paisaje pero parece un bonito valle. Decido ir bajando muy despacio, para pasar menos frío y continuar en la carrera. Pienso en que ya he estado antes en situaciones más próximas a la hipotérmia que esa, concretamente, pescando. Pero es más difícil combatir el frío esta vez. Pescando solo tengo que aumentar el ritmo pero aquí en las bajadas no hay más remedio que aguantar. Sé sufrir y así me lo digo a mí mismo. No contemplo la retirada. Pienso que en la subida a Cruz de Fuentes le daré más caña, comeré más y beberé más, y que si la corono acabaré la carrera. Y lo habré conseguido en unas condiciones extremas. Pienso en todo esto mientras continúo descendiendo.
           A lo lejos oigo sirenas de ambulancias y cada vez me cruzo con más ciclistas. El pueblo debe estar cerca. En cinco minutos llego a un pueblo sumido en el caos. Paso unas calles estrechas donde muchos ciclistas se amontonan ante unas vecinas que les dan papel para que se limpien la cara. Otra, la de más éxito, da aguardiente. También veo a algunos ciclistas cambiarse de ropa junto a unos coches de apoyo. Qué bien planificado, pienso. No me paro, continúo unos metros y veo de todo: gente apiñada en el puesto de mecánicos, otra en el puesto de la Cruz Roja. Muchos ciclistas en medio de las calles desconcertados sin saber lo que hacer. Me fijo en algunas caras y veo que están como yo o peor. El rictus general es de  agonía. Decido proseguir y alejarme de todo eso. Recuerdo que llevo barritas y geles sin consumir. Pienso que es mejor parar en el siguiente avituallamiento, el de Bárcena Mayor. Al empezar a subir entraré en calor, pienso. Veo la flecha indicando la ruta y voy hacia allí.


SEXTO MURO: PRUEBA SUSPENDIDA. DECEPCIÓN/ALIVIO. LLEGADA A META.

          Inmediatamente me paro, hay un hombre de la organización desaforado con un silbato que nos bloquea. Veo coches de la Guardia Civil, bloqueando el paso en la carretera. Veo que paran a dos corredores. La gente a mi alrededor está desorientada. Le pregunto por dónde es al de la organización que está histérico desviando a la gente por la carretera en sentido contrario a la dirección de la marcha. Me dice que la prueba está suspendida y que vayamos todos a Cabezón por carretera.
          Me dejo llevar en el medio de un grupo de ciclistas y le pregunto a uno de ellos  porqué suspendieron la prueba. Me dice que hubo varias hipotermias y que por eso cortaron la carrera. De ahí las ambulancias que había oído. Me dice que en Cruz de Fuentes está muy mal el tiempo y que han hecho bien en suspender la prueba. Ahora 10 kilómetros por carretera y una ducha bien caliente, me dice. Me meto entre una grupeta de ciclistas y le doy caña por la carretera para entrar en calor. Casi todos vamos callados. Meto plato grande y le doy caña. Pienso en las horas de entrenamiento sin recompensa, pienso en que no pude conseguir el reto a pesar de ir bien de fuerzas. Pienso en que fui dosificando para nada. Pienso muchas cosas negativas. Empieza a llover más fuerte. Voy pasando algún pueblo, uno se llama Correpoco. En su cartel se paran unos ciclistas y se ponen a sacar una foto entre risas. Empiezo a relativizar lo sucedido. Llego a Cabezón. La gente en la calle nos aplaude y grita. Me reconforta. Voy llegando al centro del pueblo y cada vez hay más gente a pesar de la lluvia. El calor de la gente es impresionante y eso que no saben el Infierno que venimos de pasar. Entro en meta sin celebrarlo. Solo me fijo en que el reloj electrónico marca las 4 de la tarde y me sorprende pues no sabía en que momento del día estaba. La gente aplaude. Por megafonía dicen los que van llegando, dicen mi nombre. Me bajo de la bici encartado. Cojo un botellín de Powerade y me lo bebo mientras contemplo una escena. Qué bonito es que alguien querido te espere en la meta. Camino como un autómata. Me siento raro y no sé lo que hacer. Me vuelve el frío y voy en busca de la carpa para comer algo y sentarme.
Llegada a Meta.


SÉPTIMO MURO:  TODA LA TARDE TORTURADO POR EL FRÍO. 

          Paso un portal a la derecha y veo la carpa al fondo. Voy hacia allí. Vuelvo a tiritar. Apoyo la bici en un árbol y entro a la Carpa por un lateral. Me paro un segundo y veo que muchos de los que allí están se asustan al verme. Mi cara debe ser un poema. Me voy a un altillo donde están dando la comida. Temblando cojo una bandeja de pasta, cuatro pastelillos y un acuarius. Me siento en una silla tras sacar la mochila y me pongo a comer la pasta con atún. Tengo mucho frío y mucha hambre. Como, temblando y sin levantar la cabeza. Los que me rodean disimulan. Abro la mochila para ponerme el maillot seco y sacarme lo puesto que está empapado y me está congelando. Sorpresa: todo lo del interior está empapado. Ahora que estoy semidesnudo no me puedo volver a poner lo que traigo así que me pongo el maillot corto mojado de la mochila y la braga del cuello y por encima vuelvo a poner el plástico. Vaya pinta. Me siento a tiritar. 
          La carpa está a tope. Tiritando me acurruco y espero a que llegue Santi, que tiene las llaves del coche. Me imagino que no tardará pues ya van 9 horas desde la salida. Pasan los minutos y veo que dos "civiles" se levantan y se van a buscar unas cañas al grifo. Uno de ellos regresa con unos periódicos y me los dá: - Toma, al menos ponte esto por debajo de la ropa por que te estás quedando tieso. Le doy las gracias. Es buena idea, me meto algunos en el torso debajo del maillot. Noto una mínima mejoría pues los papeles me separan la piel del maillot mojado. Continúan llegando muertos vivientes rodantes. Pero comen y se van pronto a duchar y a cambiar de ropa. Algunos vienen a comer ya cambiados.
          Pasa una hora y pico de mi paso por meta y me suena el móvil, es Luis. Le digo que se venga para la carpa. Lo veo entrar cadavérico y, más que pálido, translúcido. Me pide que le saque los guantes pues no siente las manos. Se come la pasta y recobra un poco el color. Yo me voy recuperando pero debe de ser poca la mejoría: la señora de al lado insiste en ir a buscarme una manta. Regresa sin la manta y con un enfermero de la Cruz Roja. Le digo que estoy bien. Me explica que las mantas de aluminio son para los "ciclistas terminales" (hipotérmicos grado extremo). Se va y la señora y una de sus amigas me quieren llevar a su casa para que me duche y me cambie. Les doy las gracias pero declino amablemente su invitación. La amabilidad de la gente me abruma. 
          Pasa otra hora y me voy recomponiendo muy lentamente mientras charlo con Luis. Vemos a un ciclista comer un plato de pasta temblando y con espuma en la comisura de los labios y sobre el labio superior. Tiene una manta y y el brazo de su preocupado hijo sobre los hombros. Pienso entonces, que nosotros estamos bastante bien, aunque, desesperados por irnos de allí, llamo a Santi. No contesta. Le mando un mensaje explicando nuestra penosa situación y pidiéndole que le dé caña. Me llama y me dice que está bajando el Toral y que calcula que tardará una hora. Llamo a Raimond y a Roger. Este me llama después de media hora. Están ya en su apartamento duchándose. Les pido ropa. Son ya las 8 y cuarto de la noche y llevo casi cuatro horas y media sentado en una silla de plástico temblando de frío. 
          Llegan Irene, Raimond y Roger con ropa seca, por fin. Empiezan las risas y las anécdotas. De pronto llega Santi a la carpa, cansado pero menos congelado que nosotros. Se come un plato de pasta y nos largamos de allí al instante. Cuando estoy bajo el agua caliente de la ducha no me lo puedo creer. Me deleito. La mejor ducha caliente de mi vida.

FIN.
Irene.

Santi.

          









Raimond y Roger.

El pasado 19 de mayo he sobrevivido a "Los 10.000 del Soplao". Solo pienso en una cosa: en el "Soplao 2.013".

martes, 5 de junio de 2012

CRÓNICA DE MI HOLOCAUSTO CICLISTA. Parte 1. Entrada 51.

Holocausto: Acto de abnegación total que se lleva a cabo por amor.

          Soñando a placer, no recuerdo con qué, creía que dentro de mi sueño, gente en el piso de arriba caminaba y movía sillas haciendo ruido sobre mi dormitorio. Pero no era dentro de mi sueño donde eso ocurría, sino en la realidad. De esta forma, me despertaron los inquilinos del apartamento de arriba casi una hora antes de que sonara mi despertador, a las 5:30 de la mañana. Tras haber dormido solo 4 horas me levanté casi de un salto. Me paré unos segundos a reflexionar: estaba allí, en Cantabria. Hoy era 19 de mayo de 2.012, el gran día, "Los 10.000 del Soplao". Fuera sonaban de nuevo los cencerros al igual que lo habían hecho a la 1 de la madrugada. No sabía que las vacas durmieran tan poco. Abro las contra-ventanas y veo que llueve, no seré consciente de lo que esto supone realmente hasta un par de horas más tarde. Se oyen las voces del resto de vecinos bikers que deben estar desayunando. Se despiertan mis compañeros, Santi y Luis. Empezamos a prepararnos, me visto, desayuno normal, incluso menos que muchos días de entrenamiento. Tengo un hormigueo en el estómago. Ellos están con el mismo estado de ánimo, activados para la acción. Quiero seguir la hoja de ruta mental que tengo desde hace un mes para que no se me olvide nada... pero hay cosas que no se pueden controlar: voy al baño pero no tengo éxito y no sé como me repercutirá en la carrera. Se hace tarde, el resto de inquilinos, los navarros, los extranjeros, etc, ya se habían ido. Cogemos los bártulos y vamos para Cabezón de la Sal. 

DÍA D, HORA H. LA SALIDA. EL "TRÁMITE" DE LOS 30 PRIMEROS KMS.
          Nos lleva quince minutos en coche desde nuestra Casa Rural en Las Cuevas. Entrando en Cabezón, ya vemos la dimensión del evento. Gente y bicicletas por todas partes. En ese momento, el "Espíritu del Soplao" nos atrapa y nos posee. Aparcamos, vamos justos de tiempo y corremos hasta la salida, nos situamos al final de la muchedumbre. Hay miles de personas. Santi y una desorientada desconocida se van en busca de la salida de la Ruta a Pie en una calle paralela. Le deseo suerte. El gentío es impresionante, a lo lejos se oye Thunderstruck de ACDC y se me ponen los pelos de punta. De pronto suena la traca y el speaker comienza la cuenta atrás. Hay nervios, concentración, risas flojas, caras tensas... y los pulsos se aceleran. Suena la bocina a lo lejos y sabemos que se dio la salida. El río humano no se mueve. Pasan casi cinco minutos cuando nos empezamos a mover, andando, con la bici de la mano. Pasan otros cinco minutos y comenzamos a avanzar, subimos a las bicis y vamos hacia la salida. Con 16 minutos de retraso respecto de los primeros, cruzamos la salida en donde el bullicio es tremendo. ACDC continúa sonando y la gente, a ambos lados de la calle, grita y aplaude. Me hierve la sangre, tengo que ir tocando el freno todo el rato, vigilo que Luis esté cerca mientras estoy pendiente de no tocarme con nadie. Observo al público, impresionante, miles de personas acompañando la salida un día de lluvia y frío a las 8 de la mañana, qué implicación. La marabunta ciclista sale del pueblo estirándose cada vez más, a menos de un kilómetro cogemos ya un camino de tierra a la izquierda. La cantidad de ciclistas es asfixiante, hay grupetas, hay lobos solitarios, gente de todas las edades... Quedan 165 kilómetros por delante. El ritmo es lento, quiero ir avanzando y me sitúo a la izquierda, le digo a Luis que me siga, pero veo que prefiere no ir sorteando ciclistas. Pienso que es buen momento para ir ganando posiciones de forma fácil, así que, aguanto con el freno echado unos 5-6 kilómetros pero pronto entiendo que no puedo ir pendiente de él y sigo mi ritmo. Luis se queda atrás. Voy sorteando gente en las bajadas y en los llanos sin subir las pulsaciones. Comienza a llover. La pista es muy rodadora hasta el primer avituallamiento. Allí veo embotellamiento y no me paro. Ya llueve con ganas. Hacemos algún enlace por carretera. Comenzamos a subir suavemente y luego llegamos a la trialera de la "La Cocina", en donde hay mucha gente animando. El embotellamiento es tremendo. Todos echamos pie a tierra y comienza la caminata de más o menos un kilómetro de subida. Algún que otro chiste anima el cotarro. En ese momento parece que somos ganado apiñado. Otro bloguero describió bien esta trialera: es como el lecho pedregoso de un río seco pero cubierto de barro y con unos cuantos grados de desnivel. Continuamos por un barrizal pero me subo a la bici. Los neumáticos repletos de barro parecen lisos, no agarran absolutamente nada, son una plasta. Hay una breve bajada y llegamos a un pueblo, dos camiones cisterna con mangueras a presión van limpiando las bicis repletas de barro. Nunca lo había visto. Se forman dos filas de espera, tras lavarla un poco, continúo. Voy sumando kilómetros y continúa lloviendo. 

PRIMER MURO: MONTE DE "EL SOPLAO".
          Comienza la primera subida dura, El Soplao. El suelo parece chicle más que barro. Por fin una subida para entrar en calor, me gusta y me animo. Tengo el cortavientos empapado pero en el ascenso mantengo el frío a raya. Quiero retardar al máximo la puesta del chubasquero. Intento subir a buen ritmo y compruebo que voy bien de fuerzas. Gente aislada continúa animando. Se empieza a ver quién está preparado para esta prueba y quién no. Me mantengo en esas pulsaciones y sin embargo voy adelantando a bastantes. Cuando llego al avituallamiento del Soplao, hay una muchedumbre empapada tiritando y aprovisionándose. Cojo dos botellines de agua para limpiar los cambios y la cadena, me bebo de penalty un acuarius y vierto dos en el botellín. Me como un plátano y me fijo en la cara de otro corredor que está a mi lado, tiritando como yo, hablamos, me saco el cortavientos empapado y me pongo el chubasquero de plástico. Me empieza a coger el frío, tras quince minutos reanudamos juntos la marcha. Viene una bajada peligrosa, mucha gente demasiado lenta. Algunos, incluso, con la bici por la mano, dificultan la bajada. Pierdo al colega que se queda atrás. Acostumbrado a bajar con la rígida, la doble que llevo es un desahogo. Afortunadamente, la bajada dura poco. Pasamos por Carmona, un pueblo precioso en donde la gente sigue animando. Tras un tramo por carretera cruzamos el río Nansa saltando por las piedras y después de un rato abordamos el Monte AA con las rampas de mayor desnivel de la prueba. 


SEGUNDO MURO: MONTE AA.
          Continúa lloviendo. Mucha gente a los lados del camino anima tímidamente el ascenso al Monte AA mientras cada uno trata de superar esta trampa. Parece que el público se contagia de nuestro esfuerzo y nos contemplan en silencio con caras que reflejan una mezcla de compasión y reconocimiento. Empiezo a sufrir por el esfuerzo por primera vez en la prueba. Prefiero sufrir por esto que por el frío. La mayoría de los participantes suben andando los tramos de mayor porcentaje en los que han echado un piso de cemento rugoso para no perder adherencia. Yo me mantengo sobre la bici. Asumo ese riesgo tras haber controlado las pulsaciones perfectamente hasta ese momento, sé que queda mucha carrera pero ahí paso a muchísimos corredores. Tras coronar bajamos y nueva limpieza en el camión cisterna. Pasamos por Ruente, y con mucha gente animando y sacándonos fotos, cruzamos un estrecho puente en mitad del pueblo. Subo durante un rato y llego al macro-avituallamiento de Campa Ucieda, en la entrada del Parque Natural de Saja-Nansa.


TERCER MURO: TENGO MUCHO FRÍO.
          Gente de la Ruta a Pie con la que coincidimos los bikers tienen más color en la cara que nosotros. Debe ser el mediodía pero perdí la noción del tiempo hace ya un rato. No hay cambios de luz, todo el día ha sido y sigue siendo gris y lluvioso. Tiro la bici en el lodazal y voy temblando a comer algo. Tirito y no tengo hambre pero me fuerzo a comer un minibocata de jamón y otro plátano. Me costó abrirlo con las manos entumecidas pero consigo beber un acuarius. Veo que estoy al lado de mi colega del avituallamiento del Soplao. Coincidencia. Hablamos y coincidimos en que no podemos descansar ni 5 minutos, porque, al estar empapados, el frío nos mata. Mis dientes parecen unas castañuelas. No me veo la cara pero sé que la tengo como la de él. Muertos vivientes rodantes. Me subo a la bici. No tengo fuerzas para subir piñones. Lo consigo y reanudo la marcha despacio. Me cruzo con muchos ciclistas que vienen de vuelta. No sé lo que pasa. Desconcierto. Cada vez son más. El de al lado me pregunta qué pasa, le digo que no sé. Deducimos que son gente que abandona. Muchos saben lo que queda y hartos de sufrir saben que lo que queda solo puede ser una alevosa e ilógica tortura. 


CUARTO MURO: MONTE MORAL. SUPERVIVENCIA.
          Me quedan 18 kilómetros de subida por delante hasta coronar el Moral: gracias, Dios. Empiezo a entrar en calor. Me empieza a doler el culo y voy cambiando el apoyo en el sillín. La gente sube en silencio, sufriendo. Parece que escampa. Dosificando la escalada al Moral me marco un ritmo que muerdo como un Pitbull y no suelto salvo en las paradas para regar las plantas. Empiezo a entender la dureza de la prueba: llevo 6 horas pedaleando y voy por la mitad. Entiendo lo que me había dicho Roger, la fuerza mental es fundamental por que el derrumbe psicológico puede aparecer de repente. Pienso en cómo les irá a Raimond, a Roger y a Luis.   
            Llegando a la mitad de El Moral, paro y me saco el chubasquero empapado por dentro y por fuera. Reanudo y rassss. Se me desmonta la cadena, paro e intento volver a montarla. Y no puedo. Pasan ciclistas en silencio. Lucho con la p... cadena que está atascada entre el protector de plástico y el piñón más grande. Nada. Le doy la vuelta a la bici. Intento sacar la rueda. Nada. Saco la rueda del anclaje pero la cadena sigue enganchada. Tengo miedo de tirar demasiado fuerte y romperla. Después de casi diez minutos, empiezo a pensar que estoy fuera de la marcha. Entro en pánico. Ni Dios se para. Pasan en silencio. Ni preguntan. Ni miran. En ese punto todos somos supervivientes, ya todos tenemos bastante con nosotros mismos como para pensar en los demás. Lo entiendo en cierto modo. Es la ley del "sálvese quien pueda". Me atravieso a uno y le pido ayuda. Su mirada se cruza con la mía y se siente obligado a parar. Me echa una mano y tras forcejear, sale la rueda. No se cortó en tirar fuerte y se rompió la protección de plástico. Cojo los trozos. Respiro. Le doy las gracias y el tío se va sin perder tiempo. Monto la rueda y continúo.       
          Vuelve a llover. Paré para nada. Vuelvo a poner el chubasquero. Olvido el frío momentaneamente porque vamos subiendo, sin embargo los dedos de los pies no los siento. Me siento animado por que me acababa de ver obligado a abandonar por un problema mecánico, algo externo a mí, justo lo único que deseé que no ocurriera desde hacía meses atrás. La gente a esta altura, ya es gente con muchos kilómetros en las piernas. Todos en su ritmo. Predomina el silencio. Ni los grupos de amiguetes hablan entre sí. Vamos sufriendo. Me centro en la música que voy escuchando por que el paisaje lo adivino pero no lo veo. Niebla por todos lados. A la derecha parece haber un abismo pero no veo más allá de 100 metros. Una señora del público da gominolas en una curva. Estoy ya un poco harto de subir. Más adelante veo a otro del público gritando mientras mueve un cencerro. Creo que es famoso, el tío. Nos brinda frases de este estilo: - Calamidades, todo el año entrenado pa ná, borregos, que no me valéis pa ná, creíais que veníais aquí a una fiesta, gandules, tanto entreno y ahora vais cagáos, no llegáis ni mañana, nenazas... - Y por el medio metía alguna, las menos, de este otro estilo y en tono más serio: - Venga campeones, que ya está, ánimo, que estáis arriba ya... Tuve fuerzas para sonreír con el personaje. Me animó. Llega un descansillo de 300 metros pero seguimos subiendo. Estoy deseando coronar. Me he dicho, mentalmente varias veces ya, que mi límite no está ahí. Me visualizo entrando en meta después de acabarla y casi me emociono. Voy bien mentalmente, que es importante, por que van casi 80 kilómetros. Faltan 500 metros para la cima. De repente, viene un 4x4 de frente advirtiendo que vienen los primeros. Nos pegamos a la derecha. Pasa un instante y aparece un quad a todo gas. Detrás pasa el primero. Qué crack. A un minuto pasa el segundo. Aún tienen fuerzas para arriesgar en la bajada. Increíble. Corono El Moral en 7 horas y seis minutos y me veo bien de fuerza física y mental. Sólo pienso en una cosa: acabar la carrera, conseguir superar este reto. 
FIN DE LA PRIMERA PARTE.

martes, 21 de febrero de 2012

Un congrio de récord. Entrada 50.

Me ha llamado mucho la atención esta captura de un compañero pescasub gallego, ni más ni menos que un congrio de 33 kilos. El enlace a la noticia está en el título.

Jose Santos.